ADVERTENCIA: Si lo único que te interesa de Japón son los tebeos, los videojuegos y los teléfonos móviles, ya puedes ir alejando tu desagradable trasero de este blog, porque no eres en absoluto bien recibido. Este es un blog sobre pordioseros, edificios asquerosos, viejas con forma de ele y resacas brutales con sake de pésima calidad.

viernes, 24 de octubre de 2008

SENDERISMO POR LOS SUBURBIOS INDUSTRIALES DE JAPÓN

Comienzo mis crónicas japonesas con un reportaje sobre una de las rutas urbanas más feas del mundo, una ruta que carece totalmente de cualquier edificio histórico, museo o lugar de especial interés, y además alcanza niveles de contaminación peligrosamente cercanos a los límites a partir de los cuales cualquier tipo de forma de vida tal como la conocemos en la actualidad sería inviable. Por si eso fuera poco, la accesibilidad de este recorrido deja bastante que desear; desde Valencia se tarda más de 24 horas, y para llegar hay que coger dos aviones, tres autobuses, un tranvía, dos metros y un cercanías. El único interés de es comprobar como es un barrio cualquiera de una ciudad japonesa normal. Así que bienvenidos a Osaka, la ciudad más fea de Japón; y bienvenidos a Higashi Yodogawa, el barrio más feo de Osaka, el barrio en el que vivo.

Cuando la gente imagina una ciudad japonesa lo primero que le viene a la cabeza son rascacielos y luces de neón, pero eso eso no es totalmente cierto. Por supuesto que hay bastante de eso, pero sólo en el centro, y fuera del centro sólo en las grandes avenidas y alrededor de las estaciones de tren. En realidad en Japón, quizás debido al riesgo de terremotos, hay menos rascatas que en la mayoría de los países de alrededor. La principal característica de las ciudades japonesas no son los edificios altos, sino el hecho de que éstos pueden estar en cualquier sitio. O mejor dicho, cualquier edificio puede estar en cualquier sitio. Puede haber una fábrica junto a un colegio, una vía de tren pasando por encima de un antiguo templo budista, una máquina de cocacolas en la cima de una montaña, un santuario sintoísta en el patio interior de un bloque de apartamentos o una autopista atravesando un rascacielos por dentro.

A veces me parece como si Osaka hubiera sido en el pasado una ciudad normal, pero que en un momento dado alguien los dioses cogieron todos sus edificios, los barajaron y los lanzaron otra vez todos al mismo tiempo, y tal como cayeron aleatoriamente así se quedó la ciudad, u otra posibilidad es que los del departamento de urbanismo fueran un grupo de melenudos que bebían chelas y fumaban porros y oían a Led Zepelin mientras trabajaban y se partían el culo de sus propias decisiones o algo así.

(En realidad el caótico paisaje urbano de Osaka es consecuencia de la corrupción de sus gobernantes, pero de eso ya hablaremos en un artículo serio en el futuro).

A lo que íbamos. Mi barrio. El último barrio al norte de Osaka, al otro lado del río Yodogawa. Una de las peores cosas de mi barrio es que en mitad del mismo hay una inmensa fábrica de panes en que produce la mayoría de los panes que se consumen en todo Japón y que hace un ruido infernal incluso por las noches. Lo mejor de mi barrio es que huele a pan recién hecho las 24 horas del día.

Lo más incómodo de pasear por cualquier ciudad japonesa no es la alarmante falta de zonas verdes, ni la ausencia a veces casi de aceras, sino el hecho de que las calles no tienen nombre (aquella canción hacía referencia a Tokio) así que lo más habitual es perderse aunque tengas un mapa. Tras la segunda guerra mundial, los ocupantes americanos impusieron un sistema racional de numeración de las calles y de códigos postales, pero en cuanto los yanquis se largaron, los japoneses volvieron a su sistema caótico de siempre, y lo primero que hicieron fue arrancar las placas con los números de las calles.

Así que la única forma de no perderse en estas ciudades tan hostiles al peatón es caminar de una estación a otra siguiendo las líneas de tren, y por eso mi barrio es maravilloso, porque aunque no cuenta con ningún parque grande a alguien se le ocurrió plantar unos cuantos árboles y crear un carril bici en paralelo al ferrocarril, y eso es algo que los demás barrios de Osaka no tienen (los trenes pasan directamente a un metro de los edificios), y cuando estás acostumbrado al paisaje gris resulta maravilloso.Y además del canto de los pajaritos está el hecho de que la mayoría de los setos que decoran casi todas las avenidas y parques de Osaka emiten un olor que no sé por qué es muy parecido al de la marihuana, con lo cual, y con un poco de imaginación, y estando lo suficientemente tarado, puedes imaginar que estás en los Pirineos o haciendo senderismo en Navajas.

Hasta que aparece el siguiente tren unos minutos después, se trata de trenes setenteros, puntuales y eficaces pero que hacen un ruido infernal. Por el día son simplemente estridentes, por la noche recuerdan a los latidos de corazón humano tal como suenan en una película de terror, y no sé por qué, pero cuando vuelvo a casa cada noche después de encontrarme con Rie, caminando por esta zona oscura y solitaria en la que a veces sólo me cruzo con un japonés tarado que practica en mitad de la zalle con una catana, me vienen imágenes de la película del Resplandor.


Pero dejemos de burlarnos de un país tan amable con los extranjeros como el del sol naciente, un país en el que siempre me siento a gusto, y veamos algunas cosas positivas, como la siguiente imagen, que sería imposible en España.



Bicicletas + transporte público + árboles. Seguro que muy pocos de vosotros habéis visto nada igual en vuestra vida, ¿eh? Yo les llamo "bosques de bicicletas", y están en todas partes. Aquí todo el mundo tiene una bici, no importa que sean viejos, pordioseros, ejecutivos, ricos, pobres, madres con su hijo en brazos, colegialas con faldas por el ombligo, yakuzas, te los ves pirulando tranquilamente por la calle en bici mientras hablan por el móvil con la otra mano. Más ejemplos de bosques de bicicletas aparcadas en mi barrio.


Viniendo de un país en el que no eres nadie si no conduces un automóvil de fabricación alemana, me parece estar en el cielo. Aunque los barrios japoneses son horriblemente feos y apenas cuentan con calles peatonales, ni siquiera con aceras, son lugares tranquilos por los que apenan pasan coches, se puede ir andando por mitad de la calle en la mayoría de los barrios de Osaka porque pasa un coche cada tres o cuatro minutos y suelen ir bastante despacio.

Pero en este punto, tras quince minutos de agradable paseo, se termina la vía verde, puesto que llegamos a la estación. La estación es uno de los edificios más importantes de las ciudades japonesas, pues la mayoría de los japoneses pasan casi más tiempo transbordando de un sitio a otro que en su casa. Por eso cuando bajas del tren en una ciudad japonesa en vez de aparecer en la calle sales directamente a una galaería comercial llena de restaurantes y tiendas de todo tipo. La mayoría de esas galerías comerciales son lugares odiosos, con establecimientos de ropa de marca y franquicias de café de estilo pretendidamente afrancesado. Pero la galería comercial de mi barrio está bastante bien porque es una galería normal con tiendas normales de barrio, llena de negocios cutres y cochambrosos como fruterías y verdulerías regentadas por viejas medio podridas, y gente sospechosa deambulando a pie o en bicicleta.

Esta galería comercial de mi barrio tiene es bastante larga, tiene cinco o seis manzanas de longitud, la más grande de Japón está también en Osaka y dura dos kilómetros y medio. Después de atravesar ésta me toca hacer transbordo. Aunque tardo 35 minutos andando (podría tardar 10 si me comprara una bicicleta, que aquí son muy baratas, pero prefiero seguir disfrutando de mis paseos contemplativos, y además está el orgullo de ser probablemente el único habitante de esta isla que no tiene ni móvil ni bicicleta). Como decía, voy todos los días a la escuela andando en paralelo a las vías de tren, en un momento dado hago una diagonal entre los edificios y cambio de linea de tren. Fijaos muy bien en lo que se ve a continuación porque aunque a simple vista parece una foto cutre la imagen tiene una gran significación.

Señores, la línea de tren que vemos en la fotografía anterior es el tren bala, el shinkansen, el que ha sido durante 30 años el tren más rápido del mundo y que jamás ha tenido un accidente, entrando en Osaka a dos metros de las casas, en un barrio residencial de clase trabajadora con multitud de viviendas apiñadas entre sí. Tanta tontería con que si el AVE ha de entrar en Barcelona en subterráneo o circunvalando la ciudad. Nada, para no discutir más, superemos a los propios japoneses, y ya que no les podemos superar en velocidad, hagamos que que pase por dentro de la sagrada familia.

Pues nada, ya hemos llegado al fin de la ruta. Estamos en Shin Osaka (Nueva Osaka) barrio setentero que surgió alrededor de la estación del tren bala de Osaka. El lugar en el que se encuentra mi escuela. Por qué el barrio es tan feo, y por qué hay una pasarela peatonal en un lugar en el que se puede cruzar perfectamente la calle por el paso de cebra. Son preguntas que contestaremos en posteriores artículos de este blog.