Uno de los aspectos más curiosos de Osaka es que, como no hay una sóla empresa de ferrocarriles públicos o metropolitanos, sino que existen varias decenas y cada una cuenta con sus propias líneas de tren y sus propias estaciones, ocurre que con frecuencia, en las zonas más concurridas del centro, nos encontramos con varios kilómetros de estaciones de tren concatenadas las unas junto a las otras hasta formar un barrio entero en el que solamente hay estaciones de tren y de metro.
Además (y esa es una de las cosas que más odio de Japón), en este país, cuando bajas del metro, en vez de ir a parar a la calle, a menudo sales a una galería comercial subterránea que cuenta con tiendas de todo tipo, desde peluquerías a restaurantes o grandes almacenes, que se prolongan a veces por espacio de varios kilómetros. Pues dada la longitud de sus jornadas laborales y el tiempo que pasan transbordando y metidos en trenes, a menudo los trabajadores nipones se ven obligados a hacer todas sus compras diarias en las propias estaciones, sin poder salir a la calle, y por ello han ido surgiendo lugares de esta índole cerca de las estaciones más concurridas.
Esas galerías comerciales están normalmente interconecadas no sólo con sus estaciones de metro, sino también con la estaciones de metro de alrededor, con las galerías comerciales pertenecientes a las estaciones de metro de alrededor, y con las estaciones de cercanías, de autobuses y de taxis (y con sus correspondientes galerías comerciales) que suele haber debajo o encima de las estaciones normales de tren, de manera que acaban formando un monstruoso laberinto que abarca decenas de kilómetros de túneles, edificios, pasillos, sobreelevados, áticos, pasajes comerciales, pasarelas peatonales, rascacielos, estaciones y galerías comerciales interconectados entre sí.
A veces el solo hecho de intentar salir de estos sitios se convierte en una odisea. Yo sospecho que en estos lugares terribles las salidas están mal indicadas a propósito, para que te quedes atrapado en su interior indefinidamente y te conviertas en un consumidor eterno, atrapado en un aberrante bucle espacio temporal igual que Sísifo. De hecho, los habitantes de Osaka, cuando dicen que van al centro, a veces ni siquiera salen a la calle, y se pueden pasar un día entero recorriendo estos lugares abyectos y haciendo sus compras sin salir a la calle, sobretodo si el tiempo no acompaña.
En cuanto al exterior de estos barrios, junto a las habituales piezas de Tente dejadas caer a boleo, encontramos algunos rascacielos de máxima calidad como el de la imagen, pero en general la arquitectura del centro de Osaka es de una calidad tan pésima como en el resto de la ciudad.


Y para finalizar, el río Dotombori, uno de mis lugares preferidos de Osaka para tomar una chela. Pues pese a ser el epicentro del barrio, este estrecho canal, de cuyos niveles de contaminación se dice que son 9000 veces mayor de los niveles aptos para el baño (de hecho, muchos seguidores del equipo local de béisbol han muerto tras arrojarse a él borrachos para celebrar alguna victoria contra el equipo de Tokyo), es en realidad un magnifico y tranquilo lugar para sentarse a tomar unas chelas por la noche. Se trata, por supuesto, de la calma en el ojo del huracán, ya que a este sitio sólo da la parte trasera de los rascacielos de la zona, y en realidad no hay mucha gente ni mucho ruido, y nos sentamos en un banco a hacer botellón y a contemplar a este simpático atleta, uno de los símbolos de la ciudad de Osaka.