Últimamente van a predominar los artículos sobre viajes y excursiones porque estos días, cuando creíamos que la cosa se tranquilizaría después de las vaciones, nos están surgiendo muchas oportunidades al respecto. Por ejemplo, el paso fin de semana unos amigos de Rie nos invitaron a pasar el finde en una casa que su familia tiene en las montañas. Yo sabía que se trataría de un viaje interesante pero me imaginaba una casa de pueblo más como tantas otras que hay en las montañas de Japón. Pues resultó que la finca en cuestión no era sólo una casa de pueblo sino una gran hacienda rural de cientos de años de antigüedad que los antepasados del amigo de Rie, que habían sido en la antiguëdad aristócratas y guerreros (es decir, samurais) habían conservado durante siglos. Todavía se conservaban en la casa espadas varias veces centenarias, armaduras metálicas de guerra, monedas de la época e incluso condecoraciones recibidas de manos del propio emperador. Cuando tenga las fotos, ya escribiré un reportaje al respecto porque fue un fin de semana interesantísimo.
Vamos a seguir con el ciclo de meravelles de Kansai, que como es natural nos lleva periódicamente a Kyoto. Esta vez haciendo una ruta por tres templos que se encuentran en realidad bastante separados pero que se pueden ver en la misma expedición en orden aprovechando el pase de un día de barra libre de autobuses de Kyoto por 500 pesetas japonesas.
Es un edificio precioso pero que parece que haya sido diseñado sólo para ser visto sólo desde ese preciso punto y que al acercarte , desde mi punto de vista, pierde parte de su belleza.
De hecho, el tal Mishima me parece una de las figuras más interesantes de la historia contemporánea japonesa. Novelista, dramaturgo, poeta, homosexual y ultraderechista que nunca aceptó la modernización de la sociedad japonesa y que llegó a organizar una sociedad fundamentalista con la que intentó un golpe de estado para restituir la figura (hoy meramente testimonial) del Emperador. Tras conseguir una entrevista con un comandante del ejército japonés, manatiaron a éste y se atrincheraron en su despacho, momento tras el cual el propio Mishima salió al balcón a dar leer discursos fascistas a los guardias y oficiales de aquella base militar emplazándoles a que se levantaran contra el gobierno. Como sus pronunciamientos fueron acogidos con cachondeo por aquellos, todos los miembros del grupo, incluido el mismo escritor, se suicidaron allí mismo siguiendo el ritual tradicional japonés, aunque hay indicios de que la idea del suicidio estaba preparada desde mucho antes.
Hay que destacar que justo al terminar el recorrido hay una tienda de suvenirs donde podemos degustar gratis una cantidad ingente de dulces japoneses e incluso el extraño té con oro que se muestra a continuación, con lo cual el precio de la entrada queda de sobra amortizado.
El Pabellón de Plata, Ginkaku-ji en sí no es tan hermoso a priori, pero cuenta con un delirante y maravilloso jardín de arena que se complementa con el palacio y con el paisaje de alrededor de manera maravillosa. El enorme cono de tierra simboliza el Monte Fuji.
No lejos de allí, se encuentra el célebre paseo de los filósofos, y al final de éste, el Nanzen-ji, que significa el templo zen del sur, aunque a mi me gusta llamarlo el pabellón de madera, para completar la ruta de los elementos, junto con el de oro, el de plata y el de agua.
Al dejar atrás el templo y el acueducto el sendero sigue ascenciendo por la montaña, rodea un cementerio y llega a uno de esos de lugares misteriosos, casi de película de terror, que existen en las cercanías de muchos templos japoneses. Hay un pequeño santuario llamado oku-no-in, o "templo del fondo", curiosamente el mismo nombre que el templo más misterioso de Koya-san. Encima de ese pequeño santuario hay una gruta aún más pequeña con un altar, y al lado de ésta, una pequeña cascada a la cual acuden peregrinos a rezar, debajo de la misma, incluso en lo más crudo del invierno.