ADVERTENCIA: Si lo único que te interesa de Japón son los tebeos, los videojuegos y los teléfonos móviles, ya puedes ir alejando tu desagradable trasero de este blog, porque no eres en absoluto bien recibido. Este es un blog sobre pordioseros, edificios asquerosos, viejas con forma de ele y resacas brutales con sake de pésima calidad.

lunes, 26 de enero de 2009

EN BICICLETA POR OSAKA Y EXCURSIONES CON VIEJOS.

En muchos aspectos, quizás demasiados, Japón es un paraíso retrógrado en el que se cumplen combinadamente los sueños de todos los tipos de personajes de derechas que existen en el mundo, con una jornada laboral de 65 horas semanales que se practica desde hace varios siglos hasta la actualidad sin apenas oposición significativa (el sueño de las élites de Bruselas y también de más de un empresario español); con los escolares del país separados por sexos y las colegialas vestidas con faldas dignas de una película X (el sueño de los puritanos salidos carcas); y con un urbanismo sin ley que permite construir practicamente cualquier tipo de edificio en cualquier sitio, de manera que al final todo el territorio se ha convertido en una especie de Benidorm en agosto pero durante todo el año, sin playa, y a una escala muchísimo mayor, o lo que es decir, el sueño de todos los Zaplanas que deambulan por lo que queda de este planeta con la intención de venderlo al mejor postor.


En otros aspectos, sin embargo, Japón es significativamente un país más avanzado que el nuestro, particularmente en lo que se refiere a la organización del transporte de las personas. De hecho, en este país la preferencia la tiene siempre el medio de transporte más débil y ecológico, justo lo contrario que ocurre en España, donde el estatus social depende exclusivamente del tamaño del auto. Antes de venir a Japón estaba espantado por una información que me dio Rie según la cual en muchas calles no hay ni siquiera aceras. Pero lo cierto es que el motivo de que no haya aceras es que no hace falta porque los coches son escasos y van despacísimo. Ir en bicicleta es un verdadero placer: no te juegas la vida como en España y el único riesgo que corres es el de que te salga otra bicicleta sin mirar y pegártela con otra bicleta.

La foto que se ve a continuación, por ejemplo, es la calle en la que vivo un día laborable a las 9 y media de la mañana. Como podéis ver, no hay ningún coche. El edificio de la izquierda es el lugar en donde vivo. El del fondo es la famosa fábrica de pan por causa de la cual mi barrio huele siempre a pan recién hecho por las mañanas. Ojalá haya un incendio algún día para que el olor a pan se convierta en olor a tostadas, que realmente es lo que apetece a esas horas.




Todo el mundo pirula en bicleta por Japón, incluyendo a los empresarios y a las personas mayores. De hecho incluso, los pordioseros tienen su propia bicicleta. Todas las mañanas, cuando salgo con tranquilidad y alegría a la calle a pasear jovialmente en bicicleta como Heidi, saludo a la anciana que vive en esta vivienda que se ve en la imagen y que cuando hace frío se hace una hoguerita en la puerta de su casa y se sienta allí mismo a pasar tranquilamente la mañana. Cuando no hace frío, la venerable anciana se monta en su preciada bici y sale a recoger objetos con los cuales ampliar su ya suficientemente hermoso hogar, que quizás algún día se transforme en un emblemático rascacielos de la ciudad.


Hablando de tipos venerables, ahora que ya he encontrado y enviado a España cierto regalo que me pidió una amiga, dispongo otra vez de tiempo libre para disfrutar de la bicicleta que me regaló el venerable señor Go. Es la peor bicicleta de todo el Japón y me siento orgulloso de ella. En la foto no se aprecia bien lo pésima que es, pero es tan mala que cuando voy a cogerla para ir a clase por las mañanas y ha llovido un poco por la noche, el sillín del resto de las bicletas de la fila en la que está aparcada mi bicicleta está seco, mientras que la mía es la única que tiene el sillín mojado.

De la misma manera, últimamente hay días en los que nieva en Osaka aunque la otra parte del cielo está despejado. Pues bien, siempre nieva en la parte de la carretera por la que voy yo, mientras que en el otro lado de la calle hace sol. Y podría continuar hasta mañana. El asiento es incómodo; el pedaleo es tan duro que todas las mañanas, cuando llego a casa, estoy tan cansado como si hubiera corrido el tour de Francia; el diseño es feo feo.

Aunque sea la peor bici de Osaka, le tengo tanto cariño como al resto de los objetos que me han sido regalados desde que llegue a Japón. A veces la gente me regala cosas en las tiendas o en los mueseos simplemente por el hecho de ser guiri. La semana pasada en una licorería me regalaron un calzador de bambú hecho a mano por el propietario de la tienda. Otro día, en un museo en Nara, me regalaron una muñeca hecha también a mano, una fantasmagórica muñeca sin cara pero con pelo de verdad que da un miedo que alucinas, y que atesoro en mi escritorio como siniestro fetiche, para que aleje de mi morada a los espíritus buenos.


La bici se utiliza en Japón para ir a comprar y para ir hasta la estación de tren. Como Osaka es gigantesca y los trenes son privados y hay decenas de compañías distintas, a veces no hay conexión entre las diferentes líneas o sale más caro el transbordo porque al tratarse de dos empresas diferentes hay que pagar dos veces, con lo cual la estación que más nos conviene no es necesariamente la más cercana, sino una que puede estar perfectamente a 40 minutos andando y 10 en bici. Entonces lo que se hace es ir en bici hasta esa estación. En hora punta es particularmente difícil encontrar un sitio en el que aparcar cerca de las estaciones y se forman auténticos enjambres de bicicletas aparcadas. Yo, como madrugo mucho menos que los japoneses, cuando llego nunca hay sitio, y lo que hago es aparcar en la puerta de un supermercado un poco más lejos.

Es uno de los mayores placeres que he experimentado desde que llegué a Japón, aparte de la comida. Dejas la bici en la calle a las 10 de la mañana, subes al tren que te lleva al centro, en el centro te encuentras con tu novia, coges otro tren para irte con ella de excursión a Kyoto o a Nara, subes varias montañas, visitas templos, te tajas, te metes en un onsen, haces un montón de cosas, y finalmente vuelves en tren al centro de Osaka, y desde el centro vuelves a tu barrio a las doce de la noche pensando que probablemente tu bicicleta estará donde la dejaste, en la calle, en la puerta del supermercado. Y efectivamente, siempre está.


Como decía, pese a todas las cosas que se le puedan reprochar, Japón comprendió hace muchas décadas algo que todavía parece que en España a nadie se le ha ocurrido pensar: que es mejor ahorrar energía que robarla o que agotar todos los recursos del planeta. De manera que a sin renunciar a su estilo ultracapitalista en Japón no se ven los dispendios energéticos que se ven en otros países, y por ejemplo los automóviles japos, que además sólo son utilizados para salir de excursión los fines de semana, son los más eficientes del mundo, y por eso han ganado a los coches yankees y ahora los yanquis están casi arruinados y Detroit es una urbe en decadencia. Al contrario que en Inglaterra, donde entras en una casa en invierno y estás a 40 grados y te tienes que desnudar, en Japón sólo se calientan las habitaciones y no las zonas comunes, y eso que el invierno es frío de verdad.

Junto con la bicicleta, el rey del transporte en Japón es por supuesto el ferrocarril. Los de larga distancia tienen precios prohibitivos, pero los de cercanías son una gozada. Llegan a todas partes de manera rápida y puntual. Están perfectamente sincronizados, con trenes normales, expresos, semiexpresos, superexpresos etcétera, que son trenes que paran sólo en algunas de la estaciones o en casi ninguna, y que al principio son un lío pero cuando los comprendes resultan de gran eficacia. El funcionamiento de estos trenes es perfecto, pues si los trenes normales se retrasan no dejan pasar a los demás trenes, de manera que cuando hay retrasos toda la red se desbarajusta (los retrasos suelen ser porque algún idiota en coche o en bici se queda atrapado en las vías en algún paso a nivel). Por ejemplo, cuando viajamos a la península de Kii Hanto, yendo desde un pueblo a otro en una zona semidespoblada del país en un tren patatero, un accidente en Kobe, a más de 600 kilómetros de distancia, provocó un retraso de 11 minutosen el tren que íbamos.

El único problema de los trenes japos es el constante bombardeo acústico indiscriminado de informaciones innecesarias, pero eso es una constante en este país a todos los niveles. Hasta dentro de un centro comercial para pijos, en la sección de informática o alta costura, a veces aparece sale un tipo con un megáfono y empieza a berrear las últimas ofertas casi al oido del consumidor.

Pero lo mejor de los cercanías son sin duda las excursiones con viejos. A ver cuando se enteran de una vez los alelados de Renfe, tanto que hablan del turismo rural. Todos los fines de semana organizan una ruta de senderismo por un pueblo diferente. La ruta es gratuita pero el transporte hasta la estación de partida de la ruta no lo es, con lo cual la compañía sale también beneficiada. Lo bueno de la ruta es que los jóvenes japoneses prefieren jugar al pachinko o lo que sea y la ruta sólo la hacemos Rie y yo con personas mayores. Por cierto, lo del pachinko cada vez me hace más gracia, es un término que al Profeta le encantaría. Son una especie de tragaperras ruidoso y lleno de lucecitas que sólo existe en Japón y que está por todas partes. Aunque todo el mundo se queja de la crisis, todas las mañanas, cuando voy a clase, siempre hay una fila de tipos esperando que abran el pachinko para echar unas partiditas. El pachinko es un término que se utiliza para desprestigiar a alguien como si fuera un pordiosero. Por ejemplo:

-Estoy muy interesado en la filosofía friega prehelenística.

-Mentira, tú no estás interesado más que en emborracharte por las mañanas y en jugar al Pachinko...

Pero a lo que iba, las rutas de los fines de semana son una gozada sobretodo en invierno. Parece ser que como en invierno casi nadie se apunta, ofrecen como incentivo una degustación de sake y en una destilería local a todos aquellos que completen la ruta (la última era de 11 kilómetros). Nosotros no nos lo creíamos pero hay alcohol japonés frío y caliente a mansalva durante 30 minutos, aunque al último casi no llegamos a tiempo porque los viejos corren que se las pelan y llegaron antes y se lo bebieron casi todo, qué cerdos, se llevan sus tapitas de casa y sus bolsitas de patatas fritas de casa para acompañar el saque gratuito, afortumadamente en los menos de 10 minutos que pasaron desde que llegué hasta que se acabó el sake me pude tajar, pues soy experto en degustaciones.

Para terminar, que nadie piense que me dedico a tajarme todo el día sin hacer nada. Como he pasado del grupo de los imbéciles al de los medio imbéciles ahora estoy en clase con tipos que llevan el doble o el triple de tiempo en Japón que yo y que como además son chinos entienden la los carácteres chinos del japonés sin esfuerzo. Para no ser el Terillas de clase, estoy estudiando a tope y desde hace unas semanas cada día me aprendo más o menos 100 palabras de memoria, una barbaridad. Sin embargo, los fines de semana son sublimes, cada vez me gusta más Osaka. Es una mezla entre Sevilla y Bilbao pero en japonés. Otra semana os explicaré por qué. Por cierto, esta semana he descubierto con alegría que mi amigo taiwanés, el venerable señor Ko (no confundir con elvenerable Go de la bicicletas), es seguidor del Che. Y todas las semanas, cuando vuelvo de la biblio, paso por la puerta del consulado yanqui en Osaka, y esta semana había una mani en la puerta para protestar por lo de Palestina. Así que ni siquiera en este rincón del mundo está todo perdido...

lunes, 19 de enero de 2009

VIAJE A LAS PROFUNDIDADES DEL JAPÓN. SHIRAHAMA (白浜), KII KATSUURA 〔紀伊勝浦) Y NACHI TAISHA (那智大社)

Durante las vaciones japonesas de año nuevo nos hicimos una escapadita a la península de Kii, (紀伊半島), que a pesar de encontrarse relativamente cerca de Osaka (2 horas en tren normal, 4 horas en tren barato), se trata de una zona considerablemente remota e inaccesible incluso para los estándares españoles. Los turistas europeos que van a Japón raras veces van a esa parte del país, y por lo que vimos tampoco los japoneses la visitan demasiado, pues cuando nosotros estuvimos eran vacaciones en todo el país y aún así no se veía demasiada gente, con lo cual pudimos recuperar esa maravillosa sensación de cuando viajábamos entre semana a pueblos raros de España, antes de venir a Japón, y éramos los únicos viajeros que había en ese momento en todo el pueblo.


Dicho sea de paso, ese sentimiento se agradece realmente cuando se vive en el decimonoveno núcleo urbano más poblado del mundo con diecisiete millones de habitantes, la mitad de la población de toda España. Una de las primeras sensaciones a la que se acostumbra uno al estar aquí es la de que se trata de un país estrecho, y de que a cualquier sitio que vayas, a cualquier hora que vayas, siempre hay un montón de gente. Es como si Madrid, Barcelona, Zaragoza y Valencia estuvieran en la misma provincia o como si toda la Comunidad de Madrid estuviera edificada y sin apenas naturaleza ni parques.

Por el contrario, la península de Kii se caracteriza por grandes áreas montañosas casi despobladas alrededor de las cuales se amontonan algunos pueblos pesqueros cuyo ambiente recuerda al de la Galicia más profunda. Es bastante posible que todo Japón fuera así antes de volverse rico y convertir en religión oficial el deporte de construir edificios feos, (lo cual no quiere que estos fueran pueblos bonitos, pues incluso vimos casas construidas con trozos de barcos abandonados, con piezas de hierro oxidado e incluso con basura). En algunos pueblos de pescadores había incluso viejos ultramarinos de los que había en España en los años 80, regentados por ancianas extremadamente arrugadas que vendían, en la planta baja de su propia casa, productos de marcas que se creían desaparecidas desde hace varias décadas, productos con las etiquetas casi totalmente borradas y la fecha de caducidad escrita con boli.



En el pueblo de Kii Katsura (紀伊勝浦)todavía se celebran subastas diarias de atún y peces raros. De hecho, como Japón está llena de tiendas de degustación en los que se puede merendar gratis y probar productos exóticos, en una de esas degustaciones probé la carne ballena, que poseé un sabor difícil de definir, no exactamente a pescado sino más bien parecido al sabor que debe de tener la carne de dinosaurio (hembra), así como una textura gelatinosa y algo dura, difícil de describir. En cuánto al pescado crudo, es una maravilla oiga, no sé como ustedes pueden comer pescado cocinado en España, qué asco oiga.

Después de ver la subasta del atún, que nos recordó al cuadro de Sorolla (y si no, comparen las fotos):


Pues como decía, después de la subasta decidimos comérnoslo y fuimos a tomarnos un menú del día de menos de diez euros de atún crudo como el que se ve en la foto, cortado directamente enfrente de nuestras narices.


A parte del papeo, otro de los atractivos del sitio, y que se repite no sólo en este pueblo sino en toda la península de Kii, son sus extrañas formaciones rocosas, una especie de ciudad encantada de Cuenca pero junto al mar y durante varios cientos de kilómetros.
Precisamente en el pueblo de Shirahama (白浜), en uno de esos puntos rocosos se encuentra uno de los tres mejores onsen de Japón. Una de las más mejores y más extrañas experiencias turísticas de mi vida, por dos euros que costaba la entrada. Un manantial natural de agua caliente con propiedades medicinales que fue moldeando a través de los siglos una piscina en las rocas junto al mar. A cuatro grados de temperatura exterior y con un viento gélido de espanto, metido en agua casi hirviendo al aire libre, desnudo, a dos metros del océano Pacífico y a miles de kilómetros de mi ciudad natal, mientras las olas del mar me salpicaban la cara. Obviamente en ese lugar no se pueden entrar fotos porque hay un montón de gente en pelotas (que no se asusten las mujeres ni se ilusionen los cerdos, hay separación de sexos). Por eso os pongo link a la wikitravel.

Últimamente me he aficionado a eso de los onsen casi tanto como el sueling, aunque según los expertos, el entrar en los onsen es una forma refinada de sueling, si bien al contrario que éste se disfruta mejor durante la resaca que durante la taja en sí. Además, como el agua suele ser rica en minerales, te deja el cutis que no veas. Como una diosa. Porque tu lo vales. Pese a que el arriba mencionado Saki no yu (崎の湯)es sin duda el mejor que he estado, el que visité en Kii Katsuura (uno normal) también estuvo bien porque tuvimos la suerte de entrar en un momento en el que no había nadie y podíamos hablar sin vernos desde la parte correspondiente a nuestro sexo, y otra cosa que molaba es que había onsen interior y exterior y cuando te morías de calor salías al onsen al aire libre para que te entrara frío y volverte a meter en el agua caliente. Como los monos oiga, que hace poco salieron en el telediario de Japón con la noticia de que también a ellos les molan los onsen. El link. El onsen para monos en Sapporo.

Como podéis leer fue un viaje de lo más completo, aunque sólo fueron tres días. El segundo día, que fue una jornada primaveral, sin venir a cuento, de unos 15 grados de temperatura, (cuando el resto del invierno es siempre entre diez y cero), fuimos de excursión a Kumano, una espectacular ruta de peregrinación entre varios templos de montaña que viene siendo utilizada desde el siglo VIII.


Después de un agradable pateo de unos 40 minutos se llega al pueblo de Nachi, en el que podemos contemplar imágenes tan espectaculares como ésta, que corresponde a la cascada más larga de Japón.


Aunque tanto la ruta de pelegrinación como el santuario son Patrimonio de la Humanidad cultural de la Unesco, el pueblo alberga ciertos matrotetos sesenteros de cemento que son un auténtico puñetazo en la retina del viajero con un poco de sensibilidad estética. En el más horrendo de esos mamotretos se encuentra una de las mejores tiendas de suvenirs de Japón y sin duda el mayor atractivo turístico de la zona, una tienda en la que puedes pasar una mañana entera, con el cuento de que eres extranjero, probando todo tipo de productos gastronómicos japoneses, dulces y salados, e incluso algunas variedades locales de sake, todo gratis.