De gran simplicidad y belleza, y llena de interesantísimos conceptos aprovechables hoy en día, la arquitecura tradicional es, junto con la gastronomía, una de las mejores contribuciones del pueblo japonés a la herencia común de toda la humanidad; justo lo contrario que la arquitectura japonesa moderna, que constituye un auténtico ataque al ciudadano, un insulto al sentido común, un despropósito estético y un enorme sinsentido ecológico. Aunque sabemos que muchos preferís los reportajes sobre arquitectura hostil, ese reportaje os lo ofreceremos la semana que viene con un recorrido que incluirá lo peorcito de Osaka, paseo que será mucho más apreciado y edisfrutado después del recorrido de hoy por el centro histórico de Nara.
Precisamente ayer, pirulando por otra ciudad antigua japonesa, recibía el quinto regalo de un desconocido desde que llegué a Japón. Hábíamos entrado en una cafetería areguardarnos del calor brutal de esta fechas. El dueño de la cafetería era un músico hippie al que le encataba la música étnica y experimental y contrsuirse sus propios instrumentos; entablamos conversación y al final el tipo me regalo una flauta hecha con una tubería de plástico, que conservaré para siempre junto con la
muñeca sin cara, el calzador de bambú, y el collar de estilo prehistórico (el regalo tercero fue una pastilla de chocolate que ya me jalé en su momento).
Al principio me sorprendía con este tipo de regalos inesperados y totalmente inmerecidos, pero esta tarde he estado leyendo la Constitución del Japón, y parece que como extranjero tengo derecho a un obsequio cada mes, y si no lo recibo puedo quejarme a
Aso. No se de dónde sale esa medida, supongo que en calidad de reparaciones por la segunda guerra mundial, pues no hay que olvidar que la actual constitución japo la escribieron unos peces gordos de Washington. Aunque a lo mejor me he equivocado al leer
los kanjis o solo he leído la constitución en sueños, lo que significaría que ese derecho no existe, y que me dan regalos simplemente por ser un tipo estupendo y por escribir
el mejor blog del mundo.
Sin más preámbulos, empezamos un pequeño recorrido por el barrio antiguo de Nara, llamado Naramachi (奈良町). Un lugar no demasiado turístico, al quedar algo alejado de la estación y en la parte menos famosa de Nara Koen, lo que lo mantiene libre de la masificación a la que sí están sometidos otros lugares similares de Japón, como por ejemplo Gion, el barrio de las gheisas, en Kyoto. En el camino a Naramachi hay un estanque que se distingue a la vez por ser uno de los lugares más hermosos de Nara como también por el gran número de pordioseros que lo habitan; algunos, como éste, capaces de construirse incluso una vivienda particular a base de paraguas.
Una de las características que me encantan de la arquitectura tradicional japonesa es el uso del espacio vacío como decoración en sí misma, así como el elegante diseño sin adornos, a base de líneas rectas y casi sin muebles.
La típica pareja idiota de recién casados españoles, después de hipotecarse toda su vida por su casa por un precio artificialmente inflado, lo primero que suele hacer cuando a duras penas consigue reunir seiscientos u ochocientos euros, es desperdiciarlos comprándose el sillón perfecto para el salón de su casa, innecesario y aparatoso mamotreto, para enseñar con orgullo a las visitas, que será colocado por supuesto enfrente del Dios de la casa, el cabeza de familia y responsable de la educación de los hijos
Qué bien harían si aprendieran de culturas más avanzadas que la nuestra, como la árabe y la japonesa, utilizando unas sencillas alfombras y cojines o sentándose en el suelo, en vez del innecesario, arisco con el medio ambiente, y absurdamente caro, sillón del salón. Producido además de la madera en Benetúser o Catarroja, ciudades prácticamente en mitad del desierto, sin un árbol a miles de kilómetros a la redonda.
O más barato aún, coger un sillón de la calle, o bien reutilizar taburetes o cajas de los que abandona la gente al lado del contenedor, aunque yo siempre recomiendo el clásico colchón medio reventado.


Con tal escasez de muebles, se soluciona cualquier falta de espacio creando nuevas habitaciones, a base de abrir y cerrar puestas corredizas, en función del uso que sea necesario cada día, otro aspecto genial y tremendamente contemporáneo de la arquitectura japonesa antigua. Suele haber un patio modesto y minúsculo, pero que al ser visible desde casi todas partes, anima el conjunto y le da ese toque de belleza simple que sólo saben conseguir los japoneses. Lo peor de estas casas, la utilización de la madera y no la piedra o el ladrillo, como material constructivo, con los riesgos que ello entraña. De hecho, los incendios hoy en día en las ciudades japonesas siguen siendo sorprendentemente altos, aunque a ello ayuda también la excesiva densidada de población de las ciudades japonesas.

Al terminar esta visita por una casa tradicional de Nara que os muestro en este reportaje, es cuando me regalaron esa
muñeca diabólica que ya os enseñé hace tiempo. Cuando tenga la foto en mi ordenata os enseñaré la flauta hecha con una tubería.
Para finalizar, una pequeña alusión a la arquitectura religiosa, también genial, con ese maravilloso Todai-ji, en Nara Koen, reflejado en el estanque. El edificio de madera más grande del mundo y que contiene una de las estatuas de bronce más antiguas y gigantescas de la Tierra.