Este verano he visitado dos lugares incluidos generalmente en la lista de maravillas de Kansai como son Koya-san y el castillo de Himeji. El segundo me decepcionó un poco. Pese a tratarse de un edificio interesantísimo, lleno de historia, sin la sobreabundancia de cemento del castillo de Osaka, y ser sin duda de los mejores castillos que se conservan en Japón, en un día sucio y gris como el que fuimos se veía algo desangelado. Por el contrario, Koya-san me sorprendió gratamente, uno de los lugares más misteriosos que he visitado en mi vida.
Hoy en día, Koya-san alberga más de 110 templos situados en un impresionante escenario natural, con frondosos bosques de árboles centenarios. Es popular entre los habitantes de Kansai para refugiarse de las altas temperaturas y respirar aire fresco, y en los últimos años también entre los círculos progres extranjeros que acuden atraidos por la posibilidad de pasar la noche en uno de los templos de Koya por una módica cantidad totalmente abusiva y desorbitada que suele incluir shojin ryori. Shojin ryori es la variedad de comida vegetariana tradicional preparada por monjes desde hace siglos sin utilizar trozos de ningún animal muerto, pero sí un tradicional tofu hecho de sésamo. Ellos verán.
Parte de la belleza del viaje a Koya está en el propio trayecto; primero en un ferrocarril que surca los valles y asciende entre las montañas realizando cabriolas no aptas para cardiacos, finalmente en el popular teleférico que asciende a la montaña propiamente dicha. En Koya, lo mismo que pasa en Nara y en Kyoto, se corre el riesgo de incurrir en una sobredosis de templos. Lo más interesante es Oku-no-in, uno pequeño y misterioso situado al final de un enorme cementerio en el que además del propio Kobo se encuentran enterrados los budistas japoneseses de más alta alcurnia, así como varios personajes históricos japoneses, desesos de encontrarse cerca del señor Kobo cuando llegue el momento clave del budismo.

Un lugar fascinante en el que se conjugan la vida, la muerte y la naturaleza en sus formas más exhuberantes y desbordadas. Con el paso de los siglos, las piedras erigidas por el hombre son reclamadas también por el bosque, demostrándose la futilidad de toda obra humana, excepto las encaminadas a conseguir la inmortalidad por medios puramente científicos. Aunque no llega ser tan insoportablemente turístico como otros lugares de Japón, yo recomendaría ir en invierno, a ser posible en el momento del crepúsculo, con viento boreal fuerte y nevando; de todas formas en cualquier época, incluso en verano, la temperatura allí arriba suele ser más bien fresquita .
Como una telaraña en la que se entrecruzan mil vidas miserables; vidas que acaban por perderse para siempre, reducidas al polvo que siempre fueron, el laberinto de tumbas antiguas y modernas, igual que la existencia de cada persona, conduce inexorablemente a Oku-no-in, que de hecho significa "El templo del fondo".
Junto a unas terroríficas representaciones de Buda, encontramos el pequeño puente mostrado a continuación y a partir del cual empieza propiamente el lugar sagrado donde se encuentra Kobo descansando y donde está terminantemente prohibido tomar imágenes por ser un lugar sagrado. De hecho, es gracioso que en los documentales de la televisión japonesa, cuando se llega a este lugar, la pantalla se queda en negro o en imágenes de bosques indeterminados mientras que una voz te va describiendo el lugar propiamente dicho con ruido de pajaritos de fondo. ¿Cementerio igual a pajaritos?
A un lado del puente, en el interior del río, quedan unas extrañas inscripciones en memoria de niños que fueron abortados antes de nacer o bien que murieron ahogados.
El templo principal alberga un fantasmagórico laberinto de farolillos, algunos de los cuales se dice que llevan más de 900 años encendidos. Aunque parezca más un santuario para rituales vudú; según las inscripciones del mismo, en este templo se reza por la paz sino-japonesa. El carácter alucinantorio y onírico de este templo no se capta bien en estas fotografías debido al uso del flash.
Las cinco o cinco y media de la tarde, hora en la que durante gran parte del año es de noche en Japón. En ese momento, los sacerdotes budistas, religión que en al menos en ciertas partes de Japón se caracteriza especialmente por su apego al lujo y al mundo de los placeres materiales (y si no sólo hay que ver los coches que conducen algunos de estos sacerdotes); como decíamos, a esta hora los monjes cierran los templos y se dedican a hacer orgías en las que terminan lanzándose los fajos de billetes recolectados con las donaciones de los feligreses, la venta de entradas a los templos, las ayudas del estado a la conservación de monumentos, las exenciones de impuestos y las pernoctaciones a precio de resort de lujo. Si alguien piensa que esta última es una opinión infundada y arbitraria, que compre mañana por la mañana el periódico el País y lea todo lo que dice el periódico sobre Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, etc. A su lado, este artículo se convierte en un minucioso y bien fundamentado ejercicio de rigor periodístico.
Voy hacer una curiosa reflexión que acaba de ocurrírseme. Los países de credo budista, religión de a la que se le supone un gran desapego por lo material, se están convirtiendo en los más consumistas del mundo; del mismo modo que los Estados Unidos, país cuyos dirigentes y la mayoría de la sociedad enarbolan el cristianismo, se esfuerzan por demostrar su "amor al prójimo" en todo el mundo, empezando por Iraq y Afganistán pero sin olvidar sus últimas iniciativas en Honduras y Colombia y sin que se nos olviden nunca las viejas.
Para acabar con Oku-no-in, reiterar nuestra recomendación de venir a ser posible en invierno, en el atardecer, nevando y solos (y si no es posible en solitario, buscarnos la acompañía de algún peligroso asesino en serie, o si eso no es posible, cualquier transtornado medianamente peligroso también sirve); así disfrutaremos mejor de la atmósfera expresada en la fotografía siguiente:
Koya es también un buen lugar para pasear cuando no es de noche y no hay zombies ni espíritus de niños ahogados merodeando. Pero es recomendable siempre llevar el papeo de abajo, dada la pocas posibilidades que se ofrecen al bolsillo de un pordiosero un lugar como éste.