ADVERTENCIA: Si lo único que te interesa de Japón son los tebeos, los videojuegos y los teléfonos móviles, ya puedes ir alejando tu desagradable trasero de este blog, porque no eres en absoluto bien recibido. Este es un blog sobre pordioseros, edificios asquerosos, viejas con forma de ele y resacas brutales con sake de pésima calidad.

martes, 14 de julio de 2009

LAS ESTACIONES EN JAPÓN


Todo sigue marchando tan mal como siempre, con algunas pequeñas novedades como que este trimestre me he equivocado y por casualidad he quedado segundo entre quince personas en el ranking de notas de la clase; o como que he conocido a un tipo francés interesantísimo, el señor Smith. El señor Smith ha viajado por todo el mundo, incluyendo paises exóticos como Nueva Caledonia, donde residió antes de venir a Japón y otros presuntamente de elevada hostilidad como Pakistán e Irán, además de haber subido a una cima de más de 5000 metros en el Tibet. Actualmente se dedica a cultivar todas las verduras posibles en el patio de su casa de Osaka, en donde vive con su novia japonesa, con la que se comunica siempre en inglés, lo cual hace que su nivel de japonés sea pésimo.

Estaba pensado que quizás un motivo por el que los japoneses son capaces de soportar su Estado del Malestar político y social (vacaciones cortas, ciudades feas sin parques ni jardines, jornadas laborales largas, escuela y seguridad social de pago...) es la gran variabilidad entre estaciones que existe en este país, de manera que uno no cae en la monotonía porque de una temporada a otra se producen grandes cambios, no sólo en la metereología, sino también en el paisaje, dieta, costumbres etc., y además durante todo el año se suceden infinidad de celebraciones tradicionales, aparte de un montón de días festivos nacionales en apariencia absurdos, como "el día del mar", "el día del respeto a los ancianos", "el día del consumo desenfrenado de chelas", etc.

Todas las estaciones están bien a su manera aunque cada un atenga su sabor particular, pero mi preferida es el invierno.

El invierno en Kansai es parecido al de España en temperatura, quizás cuatro o cinco grados más frío que en Valencia pero perfectamente soportable. Se hace de noche prontísimo, incluso a las 4 de la tarde, cosa que esconde la fealdad de las ciudades japonesas y les confiere su encanto futurista y distópico. Es un placer también entrar en el típico antro de 3 metros cuadrados construído en un agujero donde se cruzan las vías del tren y ser recibido con un saludo amable y un vaso de té calentito y gratuíto por la vieja que atiende el local; además, algunos de los principales papeos japoneses se disfrutan mejor en invierno, como ramen o sopa de miso, que se sirven casi hirviendo. Otro de los elementos de gran belleza son los inigualables onsen. Es una maravilla hacer el esfuerzo de pasarse el sábado o domingo viendo templos o haciendo senderismo con el frío y relajarse y calentarse al final del recorrido con un baño caliente que nos deja cuerpo y espíritu como nuevo.

La primavera también es rica en eventos. Siempre se habla del florecimiento de los cerezos, equivalente a las fallas, cuando los japoneses sacan su lado más libre y se lanzan ordenadamente a hacer botellones y barbacoas en todos los parques de la ciudad. Pero antes de los cerezos están los ciruelos, que también son hermosos y atraen a suelistas pero sin las multitudes de las fallas. Y luego de los cerezos, hasta el verano, culminando con la planta tradicional del arroz, se van sucediendo varias especies diferentes de flores a los que los japoneses están muy atentos y que también son una excusa perfecta para combinar el senderismo con la ingesta de chelas y visitar los maravillosos templos de montaña que hay alrededor de las ciudades.

El verano comienza con las temporada de lluvias, húmeda y calentosa, con tres o cuatro semanas lloviendo casi todos los días, hasta que esta época termina de golpe y da paso al calor puro y duro y la humedad extrema pero sin lluvias. Entonces comienzan a surgir miles de festivales en todas partes, desde los más pequeños, que no van más allá del barrio, a otros más turísticos y masificados, sin olvidar que Japón comparte con España su afición a los festivales absurdos, como el de bañarse en el mar en invierno, una carrera en pelotas o varios tipos de quema de montañas.

En realidad la mayoría de los festivales son normales, implican procesiones de tipos sudorosos cargando santuarios a sus espaldas, música tradicional, fuegos, multitudes, petardos y chelas. Otro de las posibiliades del verano consiste, ya que en la mayoría de las ciudades japonesas destruyeron y asfaltaron zaplanísticamente sus playas, en subir a las montañas que rodean a esas ciudades para refrescarse, combinando esa actividad con ingesta chelística y baños fluviales.

Hay que destacar varios papeos maravillosos que se disfrutar sólo en verano, como los ramen fríos, una especie de ensalada de pasta tipo spaghetis; ; el tofu frío, más rico que nunca o los imprescindibles sarusoba, tallarines fríos sin salsa que se sumerjen en soja a veces incluso granizada combinada con washabi al gusto y si tienes agallas, añadiendo un huevo crudo. Otros clásicos del resto del año se disfrutan también en esta época mejor que nunca, como el sashimi, sushi y en general todo lo que tenga pescado crudo.

El otoño también es bueno. Tiene el color clásico de Japón que es más bien brumoso y apagado, en contraste con el desenfreno neoplasticista español. Incluso cuando hace sol en Japón, las fotografías salen como tristes, misteriosas y apagadas. No sólo la luz del día es de normal ténue sino que a menudo la contaminación y la niebla se confunden. En contraste con la típica foto mediterránea, de por ejemplo, un precioso castillo sobre un nítido fondo azul celeste, en Japón tendremos a menudo la madera de un templo de montaña contra el verde espectral de un bosque que se difumina rápidamente.





Eso hasta que empieza el cambio de las hojas de los árboles, que es un auténtico show que dura más o menos un mes y en el que el paisaje se pinta con colores de lo más estridente. Hay que decir, que tanto este fenómeno como los cerezos dura unas tres semanas, pero ambos se pueden prolongar incluso al doble si empezamos por los lugares situados a más altura y más al norte que el lugar donde vivimos, donde el fenómeno comienza antes, y acabamos con los lugares situados más al sur (el cerezo es lo contrario, como se produce con la llegada del calor, va subiendo desde el sur del archipiélago).

En general, incluso cuando todavía no se han producido estos cambios de color, el otoño y la primavera son las únicas temporadas donde el clima japonés se soporta fácilmente, y por lo tanto son las mejores épocas para salir a pasear o vivir aventuras, que siempre serán más interesantes acompañadas por la fenomenal, aunque de gusto asqueroso, cerveza strong; del funcional saque de lata de cristal; del aberrante güisqui de lata; las latas de cerveza de litro o litro y medio; del cubata de vodka con limón tamaño tenis y del chumeo sabor cereza.

4 comentarios:

El profeta Azul dijo...

Eso de las latas de litro y medio no lo sabia...interesante aunque facil de que pierda su frescor

Elvar dijo...

Pues se la bebe de un trago y punto.

Makazi dijo...

Igual aqui descubrimos la taja instantanea, si se bebe una strong de 1 litro litro y medio de un trago yo creo que la taja esta asegurada.

Interesante punto de vista sobre las estaciones. Yo quiero ver los cerezos o los ciruelos. En sus fotos se veian preciosos.

El profeta Azul dijo...

Es verdad que el señor Go y el señor Ko se hicieron pareja de hecho? y usted barata fue de testigo y en medio de la ceremonia se subio el vestido y se puso a cantar una zarzuela? tiene el video?